Viejas Novias

Pequeños momentos de una vida cualquiera.

22 noviembre 2005

10. Juana


A la linda de Juana la conocí en un bar de la zona de Retiro. Ella trabajaba de moza en ese bar y nos atendió un jueves a la noche en una salida alocada con amigos del trabajo. Me pareció tan linda que me quedé embobado hasta las 4 A.M., hora en que ella terminaba de trabajar, para intentar levantármela. Así fue nomás, me la levanté. A la mañana llegué a la oficina sin dormir, muerto, fusilado pero puntual: a las 8 y media. Al verme ojeroso y destruido, todos se dieron cuenta de mi éxito con Juana “la linda”. En parte esa era la idea, que todos supieran que ese minón, se lo ganó papá.
La macana es que nos complicaban los horarios y los trabajos de cada uno. Juana trabajaba en el bar de 8 de la noche hasta las 4 de mañana, yo, en la oficina de 8 y media de la mañana hasta las 6 y media de la tarde. Ella en Retiro y yo en Belgrano pero además era la época en que vivía en Ituzaingó. Todo a tras mano. Para colmo su día libre era el lunes. Me quería matar. Mirá lo buena que estaría que inventaba de todo con tal de verla. Al principio me instalaba en el bar pero Juana laburaba y mucha bola no me podía dar. Por otro lado, me tenía que bancar que a cada rato un gil le tirara los galgos. Para peor, de esta manera me quedaban pocas horas de sueño, dormía cada vez menos. También probé en salir corriendo de la oficina, 6 y media en punto, ir a casa a dormir y levantarme para pasarla a buscar a la salida de su trabajo. Esa posibilidad no estaba mal, pero cuando llegábamos casa, en Ituzaingó, Juanita estaba fusilada y sin muchas ganas de nada. Se hizo difícil la cosa. Una pena… ¡Qué buena estaba!
(19092005)