Viejas Novias

Pequeños momentos de una vida cualquiera.

22 noviembre 2005

9. Mercedes


“¡Qué chica más alegre!”, pensé cuando conocí a Mercedes. Fue en una fiesta de mi prima Verónica, Mercedes era una de sus compañeras de facultad. Me maté de risa toda la noche con las ocurrencias de Mercedes, ella era el alma de la reunión y eso me cautivó. Estuve tres semanas atrás de ella hasta que conseguí una salida. Esa noche Mercedes no estuvo tan divertida como la noche en la fiesta de mi prima. Supuse que eran los nervios de una primera cita. Salimos dos o tres veces más y tampoco resultó ser la chica divertida y alegre que conocí. Nuestra historia estaba a punto de diluirse, de desinflarse cuando me acompañó a la inauguración de una muestra de mi amigo Fernando, el escultor. Al rato de haber llegado doy unas vueltas por el lugar, voy al baño y cuando regreso, escucho unas carcajadas que partían de un grupo de gente que no conocía. Me arrimo, de curioso, y descubro que el centro del grupo era Mercedes que, con una copa de champagne en una mano y media teta por fuera del vestido, divertía a la gilada con chistes y ocurrencias. La arranqué del grupo, muy a su pesar y al pesar de los muchachos, y me la llevé de prepo al baño. Mercedes seguía a las carcajadas. Pensé en retarla cuando entendí lo que pasaba: Mercedes se perdía si tomaba un poco de alcohol, por eso se “transformaba” en una persona “divertida”. Ella no tenía noción de qué le sucedía, apenas tomaba una copa de alcohol se producía un clic en su personalidad y pasaba a ser una chica divertida, alocada e interesante. Claro que cuanto más bebía, mejor se ponía. El único problema era que en cuanto se le iba el efecto volvía a ser una persona gris e insulsa. Triste, debería decir. Pero bueno, siempre hay una botellita cerca y un motivo para brindar.
(19092005)