Viejas Novias

Pequeños momentos de una vida cualquiera.

24 noviembre 2005

8. Antonia


Trato de hacer memoria y recordar qué me atraía de Antonia. Juro que no me acuerdo. No es que ella era un desastre, para nada. Siempre hay un detalle, una cualidad o característica que destaca a una mujer de las otras. Por ejemplo: “lo mejor de Piruja es su ternura”, “lo mejor de fulana, sus tetas”. Así con todas, excepto con Antonia. No recuerdo qué la destacaba del resto pero lo que sí recuerdo era que Antonia era adicta a la televisión. Y si cualquiera cree que puede ser un detalle menor, se equivoca. Resultó ser un desastre, una tortura y un plomazo. Alguien podrá pensar que soy un quisquilloso; no, les aseguro que no.
Debo aclarar que no era que a ella le gusta la tele, ella era apasionada por la tele y por eso vivía instalada en lo que llamaba “mi loft”. Un mono ambiente donde, obviamente, todo estaba integrado (cocina, living y cama) frente a tres televisores de 29 pulgadas cada uno. Tenía todo acomodado para que, hiciera la actividad que hiciese, no se perdiera nada de lo que sucedía en la televisión. Hasta en el baño tenía tres televisores chiquitos para no perderse nada. Así era muy difícil mantener una relación normal, no había espacio ni tiempo para un momento íntimo. Era “ya y ahora, antes de que empiece Susana”. O era “después del programa de Franchella”, “dejame ver a Julián Weich”, “no me sacudas tanto que no puedo leer los subtítulos”.
Un verdadero desperdicio de mujer, al fin y al cabo. Sospecho que todavía no se enteró de que yo me tomé el raje, que la largué para nunca más verla en la vida. Lo digo porque ningún programa de televisión lo “comentó”, ni los noticieros, ni los programas de chismes “dieron la noticia”, por lo tanto Antonia, estoy seguro, de que no se debe haber enterado.
(19092005)