Viejas Novias

Pequeños momentos de una vida cualquiera.

24 noviembre 2005

6. Luisa


La ternura era el encanto de Luisa. Ese aire de princesa en su rostro, su mirada y su cuerpo delineado con delicadeza, la hacían única y maravillosa. La chica ideal para presentarle a una madre como la mía. Luisa es una persona que adora los animales, a las plantas, incapaz de provocarle algún mal al ser más insignificante, ya sea de manera intencional o por error. Ella es toda delicadeza. La conocí en la plaza, cerca de la casa de mi vieja, cuando por un viaje de mi madre tuve que encargarme de pasear a Tony, el viejo cocker que acompaña sus días. Luisa pasó por la plaza cuando Tony andaba por ahí, a la deriva mientras yo, totalmente olvidado del pichicho, me entretenía mirando un picadito que jugaban unos pibes. Ella pensó que Tony estaba perdido o lo habían abandonado. Justo me di vuelta y descubro a Luisa que se lo estaba por llevar. Primero le pegué un grito tratándola de ladrona pero cuando todo se aclaró, fue ella la que me cagó a pedos y me consideró un desalmado. Tardé más de un mes en levantarme a Luisa. Para lograrlo, tuve que sacar a pasear a Tony todas las tardes y esperar a cruzarme con ella en la plaza o en el barrio. Así fue que me dio bola.
Cuando se vino a vivir conmigo trajo a su conejo Jeremías, una parejita de cotorritas, Pelopincho y Cachirula, y a su pequeño hámster llamado Reinaldo.
OK, pensé yo, ella se encarga de sus animales y yo no me hago problemas.
A los 3 o 4 días apareció con sus macetas y tulipanes.
OK, pensé yo, ella se encarga de sus plantas y yo no me hago problemas.
Así fue: ella se encargaba de animales y plantas. La cuestión era que también metió en casa cada animalito suelto que encontraba por ahí, desamparado. Parecía que tenía un imán, trajo un gato medio tuerto, un perro horrible, de esos de pelo duro, medio sarnoso y desagradable. Podría decir que era inteligente, entendía muy bien que él no me gustaba para nada, porque cada vez que podía me tiraba un tarascón. Más adelante trajo una tortuga, una paloma con cola de abanico que cagaba por toda la casa y, como armó una colección de cactus, a partir de entonces quedaba prohibido encender el aire acondicionado en casa porque decía que el frío les hacía mal. La cosa iba de mal en peor. Era imposible organizar una salida, estaba pendiente de los cuidados de los animales, imposible invitar amigos, no había lugar ya para recibir a nadie. Hasta que me fui yo y ella trajo un loro.
(06092005)